El Raton Perezoso
Guille volvía a pasear por el campo; desde que había descubierto que era capaz de entender a los animales lo hacía de manera frecuente.
Le llamó la atención una lona abandonada en el suelo, estaba bastante nueva. Agarró una de las cuerdas de amarre de la lona y tiró de ella. Al mover la lona y dejar al descubierto el montón de hojas que tapaba la lona salieron corriendo al menos 200 o 300 ratones. Todos menos uno.
El ratón que se había quedado solo parecía dormido, Guille cogió un palito y le toco la barriga.
- Déjame mamá que tengo sueño, dijo el ratón.
- ¡Despierta hombre! que no soy tu mamá.
Al oír la voz de Guille el ratón se levantó de un brinco.
- Tranquilo dijo Guille viendo la cara de susto del ratón. Me llamo Guille ¿y tú quién eres?
Todavía perplejo el ratón respondió con su nombre.
- Mi nombre es Rafael. Pero todo el mundo me llama perezoso. Tiene gracia porque mi padre se llama Rafael Pérez y mi madre Marta Oso… y la verdad es que como te habrás dado cuenta soy un poco PEREZ…OSO.
Guille y el ratón rieron.
¿Por qué estáis todos debajo de esta lona?, preguntó Guille.
- Empieza a hacer frío ahora en el otoño y nos ponemos todos juntos para darnos un poco de calor pero además, si te fijas, hemos recogido las nueces de ese nogal y las hemos metido aquí, es nuestra despensa, así no tenemos que salir muy lejos a comer.
- Nosotros en casa tenemos calefacción dijo Guille. Te puedo llevar conmigo.
- Nooooo- se horrorizó el ratón. – Aunque en el campo hay muchos peligros para nosotros, seguro que en la ciudad hay muchos más.
Mira yo nací aquí esta primavera y aquí me quiero quedar. Mi madre dio a luz a 7 hermanos más. Muchos de esos que has visto salir corriendo eran hermanos míos o primos. Cuando yo tenía dos meses mi madre se había vuelto a quedar embarazada y tuvo otros 5 hijos más. Y ahora acaba de volver a tener otros 7 hijos…
- Pues sois familia numerosa. Yo solo tengo dos hermanos.
- Yo ya tengo novia, dijo Perezoso. Guille se sonrojó, yo todavía no, solo tengo 11 años.
- ¡Uy! nosotros con dos años ya somos viejos, no vivimos mucho. Nunca llegamos a los tres. Pero como nacemos tantos enseguida somos muchos.
- Y ¿que hacéis todo el día? Preguntó Guille.
- Pues vamos de aquí para allá comiendo y royendo cosas. Nos crecen los dientes constantemente y tenemos que desgastarlos, te imaginas unos dientes así de largos y abrió los brazos todo lo que pudo.
- Guille riendo dijo – no podrías cerrar la boca.
- Sin comer me moriría y se puso a roer la cáscara de una nuez y a comerse el interior. Comemos todo lo que nos encontramos, pero lo que más nos gusta son los cereales y las frutas.
- ¿Y cómo detectas dónde están las nueces o las bellotas?
- Pues huelen muy bien, uso la nariz.
Para demostrárselo levanto la cabeza y olió el aire.
- Guille, llevas un caramelo de fresa en el bolsillo.
- ¡Caray! qué buena nariz.
Perezoso, allí mismo hizo sus necesidades.
- Pero qué cochinada es esa – dijo Guille – has hecho pis sobre toda la comida.
- Nosotros lo hacemos así…qué importancia tiene.
- Pues mucha, realmente mucha. Si tuvieras alguna enfermedad se la vas a transmitir a quien se coma alguna nuez, a tus hermanos por ejemplo.
Alguno de mis hermanos me ha contado que ha entrado en una casa donde hay gran cantidad de comida en grandes bolsas y se han puesto las botas.
- Será un almacén del agricultor que vive al final del camino…pues si coméis toda vuestra familia vais a agotar el almacén y tendrán que tirar el resto si hacéis pis encima de la comida… qué ruina para el pobre agricultor. No me extraña que haya que vigilar que no estéis en nuestras casas rompiendo cosas con los dientes, comiendo todo lo que veis y ensuciándolo todo.
Oigo algo, dijo perezoso, se despidió a toda prisa y salió corriendo a refugiarse en un pequeño agujero del suelo. Al cabo de unos segundos apareció Teresa que había sacado a pasear a su perro Leo.
